domingo, 24 de marzo de 2013
Una tortuga metida a presión en su caparazón
Ojalá pudiera describir a la perfección alguien que se quería tan poco. Tenía la apariencia más segura de la ciudad, sin mirarle a los ojos. Podría pasarme horas hablando de sus ojos, de todo lo que hay dentro, de todos sus recuerdos... Podría deciros todo lo que ella era y lo poco que podía demostrar, toda la fuerza que tenía para luchar contra ella misma, su principal enemigo, pero ahí se queda, en 'luchar', en 'soñar', la impotencia de saber absolutamente todo lo que quieres hacer pero saber al mismo tiempo que las limitaciones son excesivas para alguien de tan temprana edad. Nunca diría pequeña, ella era una de las personas más grades que yo he llegado a conocer en mis 57 años de vida, los justos para saber con total certeza que cuando toda esta tormenta que no le dejaba disfrutar ni un sólo segundo de todo lo que tenía pasara, se convertiría en lo que es hoy, una mujer. Una verdadera mujer. Humildad, seguridad, felicidad e inteligencia de los pies a la cabeza. Diferente a todas. Valiente. Mi valiente.
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